domingo, 17 de agosto de 2014

Un poco de aire

     Sólo es un tubo que deja pasar un poco de aire. Todo va a estar bien. Tú eres lo más importante en este momento — le dijo él.

Laura miraba hacia abajo. Unas cuantas lágrimas estaban a punto de salir de sus ojos verdes. El color del cielo, índigo, las mariposas del parque, el ruido los niños jugando a lo lejos se mofaban de su desgracia.

      ¡Vete al diablo, César! ¡Yo lo conservaré y si tú no estás ahí, eso no me importa!

La miraba atentamente. Cuidaba que sólo las palabras correctas saliesen de su boca. No tenía las suficientes agallas ni dinero para asumir tal carga. “Y yo que pensaba que esto no me sucedería con una extranjera”, pensó.

     Laura, por favor, no te destruyas el futuro. Sé que lo arruiné todo, pero tienes que saber que hay una solución ¿Qué dirían tus padres cuando regreses y te vean así? ¡Ni siquiera has terminado el baccalauréat ! — dijo con voz pausada y convincente.

Una bofetada cayó sobre el rostro de César. Él, sin embargo, no le apartaba los ojos, cual soldado antes de fusilar a un prisionero. La cabeza de ella apuntaba hacia el suelo gris del parque. Su puño cerrado se apoyaba sobre la frente. “Es guapa hasta cuando se enoja”, pensó él. La tomó del brazo. Ella lo apartó. Se paró en frente de ella para hacerla entrar en razón. Las manos de ella lo empujaron.

     Laura, sé que te sientes confundida  por lo que te dije. Mejor lo de hoy lo dejamos para otro día. Tómate tu tiempo para reflexionarlo.

La boca de ella se negaba a decir algo.  Él esperaba su respuesta. “Ya me he salvado otras cuatro veces. Total, son sólo doscientos soles para hacerlo”, pensó.

     Laura, mira, qué tal si…
     ¡No me interesa eso que dices! ¡Si tú no quieres aceptarlo, yo lo haré toda sola! ¡No me interesa eso, si nace aquí, en Europa o en la Indochina! ¡Tú nunca lo verás, porque  tú nunca lo quisiste! 
     Por favor, sé que te sientes mal, pero tómalo con calma. Te llamaré mañana para ver una solución.
     ¡ no lo harás!

Su mano blanca sacó algo de su bolsillo. Un celular voló hasta caer en la pileta del parque, asustando a todas las palomas que estaban bebiendo allí. Ella se fue caminando vigorosamente. Sus brazos, cruzados. Sus ojos irritados sólo querían mirar adelante, mas se negaban a hacerlo. Él permaneció inmóvil. Se sentó y prendió un cigarrillo. A pesar del cielo tan hermoso, empezó a correr un poco de aire.

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