domingo, 17 de agosto de 2014

El gato en una jaula


Apúrate, Chino Juan, que a la fila llaman ya.
Dice el guardia que esta vez no, no te quedes tan atrás.
      Rubén Blades, El Cazanguero


Vivo en las sombras desde hace meses. Bueno, a veces los guardias me dejan una lamparita de querosene o una velita.
    ¡Hora de almuerzo! — me dijo el guardia posando el plato de comida con violencia y una mirada como la de los judíos antes de mandar a crucificar a Jesucristo.
Sigo con la misma ropa blanca con la que me capturaron. Hasta ahora recuerdo todo el tiempo que demoró mi mujer para almidonar el cuello de mi camisa. Ahora se está deshilachando. Se está deshilachando como mis creencias políticas, como mi amor por la causa por la cual lucho, como mi paciencia o como mi cordura.
Aún recuerdo la cara de Caco cuando cayó. Su camisa estaba teñida de sangre. Sus ojos estaban a punto de salirse de tanto dolor. Lo alzamos y lo llevamos al escondite para que lo vea el médico — en verdad era un bisoño marino que estaba en cuarto año de medicina —. Pereció a los minutos. Pensar que él fue el que me invitó  a unirme al partido, allá por el cuarenta y cinco.
¡Ese payaso de Odría debe de ser consciente de que su gobierno se irá abajo! ¡Qué tal imbécil! ¡No se da cuenta de que la Guerra Fría no es cosa de peruanos! Aquí esa vaina de comunismo, de capitalismo, de anarquismo u otros “ismos” no funciona. Cuando lo hagamos dimitir, me gustaría darle un par de bofetadas y unas cuantas lecciones de historia y política al cachaco ese. Mi puño estaba cerrado.
    ¡Tiene visita! ¡Sólo cinco minutos! — me dijo otro guardia. Este de aquí tenía cara de sonso. Seguro que me dejaría más tiempo.
Era mi sobrino. Estaba con la ropa de campesino y bien quemado por el sol de tanto trabajar. Ojalá que el patrón le haya dado permiso y no se haya escapado como suele hacer ese pendenciero.
    ¿Sabes algo de Carolita?
    Está con la señora Carmela, tío.
    ¿Y Virginia?
   Está con la señora Felicita.
    No, papanatas ¡Te hablo de mi mujer, no de mi hija!
    No lo sé, todavía sigue mal, tío. La tía sigue mal de los pulmones, hasta donde sé.
    ¡Qué mujer tan terca! ¡Nunca me hace caso cuando le digo que no lave ropa de noche! Bueno, eso me pasa por tener tantos hijos. Uno siempre quiere dársela de hombre, tú sabes. Ya lo comprenderás mejor.
    Sí, tío. Tengo que irme. Le dejo esto.
    Gracias, Samuel ¡Cómo me gustaría que fueses mi hijo, negro sarnoso! No me mires así ¡Es una broma, sobrino!
Se fue riéndose. No sé de dónde saco fuerzas para hacer chistes en estos momentos: es mi única cura en este lugar que apesta a orines. Si es que me toca irme a la otra, lo haré matándome de la risa de esos estúpidos del pelotón de fusilamiento. Total, yo he peleado contra los monos en el ’41, contra los colombianos, cuando era niño, aprendí a sobrevivir a todos los obstáculos de la selva ¡Cómo extraño Iquitos! Eso sí: una sarta de párvulos que ni siquiera han tenido a una mujer al lado no va a hacerme sentir inferior cuando me caigan las balas. La risa se me apagó. Quiero seguir riendo, pero ya no puedo. Me pongo a pensar. A pensar en Carolita. Ni siquiera la he visto caminar: la dejé gateando. También en Virginia y sus llantos a medianoche que no me dejaban a solas con su mamá. Gloria y sus berrinches. Mañuco y sus ganas de ser marino como yo. Y Raúl, con sus guantes  jugando a ser boxeador ¿Qué les dirá su mamá cuando le pregunten “¿Y mi papá?” ?  ¿Qué pensarán cuando lean el periódico y vean mi foto? ¿Qué pensarán mis nietos cuando hojeen sus libros de historia del Perú? Quise dormir un momento. No pude cerrar los ojos. Un fuerte ruido de botas aproximándose me despertó. Seguro que es alguien para fregarme la vida. Esos odriistas sólo sirven para eso.
    ¡El “gato” Rodríguez! ¡Qué sorpresa verlo aquí! ¡Pero si estas jaulas son sólo para leones, no para gatos techeros como Usted! — me dijo ese hombre cubierto de galones y distintivos.
    A mí “gato” me dicen sólo mis amigos, no víboras como Usted, o como Odría, sarta de aves de rapiña.
    Tiene razón, don Manuel. Usted no es un gato. Usted es un búfalo asqueroso. Pero, preferiría tutearlo. Necesitaré su colaboración.
Mis ojos lo miraron fijamente. Mi cuerpo ya estaba preparado para todo.





Mis ojos lo miraron fijamente. Mi cuerpo ya estaba preparado para todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario